Cuenta la leyenda de Apurímac que en las inmediaciones de lo que hoy es la laguna de Pacucha existía un pintoresco pueblo. Dice la leyenda que se realizó, cierto día, un matrimonio al cual asistió la gente acomodada del pueblo. En lo mejor de la fiesta se presentó un harapiento anciano con la intención de entrar. Los padres de la novia gritaron: ¡Saquen a ese viejo apestoso de nuestro hogar!
Los invitados se extrañaron de su presencia, sobre todo porque los perros del pueblo no lo habían mordido ni ladrado como hacían con cualquier pordiosero que entraba al pueblo. ¿Qué extraño personaje es aquel anciano? Pensaban.
La novia en un arrebato de cólera gritó: ¡Qué no ingrese! ¡Qué no ingrese! Mientras el novio asentía con la cabeza. Fue entonces que el anciano no ingresó a la fiesta y dando media vuelta se alejó. Caminando por las calles encontró una casa donde una señora molía máchica.
- ¿Me permite ingresar? - preguntó el anciano.
- Por supuesto, pase, adelante - respondió ella.
La señora le ofreció un cuero de oveja para que tomara asiento y no se ensuciara la ropa. Al mismo tiempo le alcanzaba un plato de máchica con un vaso con agua.
El anciano le dijo:
- Alista de inmediato un atado de provisiones, coge a tu oveja y a tu bebé.
La mujer obedeció sin responder palabra alguna. El anciano la llevó a un lugar alejado del pueblo indicándole que fuera a la parte más alta del cerro. Le dijo que no mirase atrás porque de lo contrario se convertiría en piedra. Mientras ella ascendía a la cumbre escuchó ruido extraños que provenían del pueblo. No soportó la curiosidad y voltear vio como las casas del pueblo caían producto de un tremendo terremoto y de las profundidades de la tierra mamaba gran cantidad de agua que cubrió todo el pueblo. Nadie sobrevivió.
La señora, su bebé y su oveja quedaron convertidos en piedra.
Dice la leyenda que ese anciano era Dios.
(ADAPTACIÓN)
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