Cuenta
una leyenda que un hombre blanco encontró una serpiente inmovilizada por una
pesada piedra. El hombre blanco se apiadó de la serpiente, levantó la piedra y la
liberó. Cuando la serpiente se vio libre
trató de morder al hombre. El hombre blanco dijo, “¡Detente! Antes de morderme busquemos
a quien pueda darnos una opinión al respecto”. En el camino se encontraron con una hiena y el hombre le preguntó, “¿es correcto
que la serpiente quiera morderme, después que yo la rescaté sacando la piedra
que tenía encima?”. La hiena, que pensaba en tener una parte del cuerpo del hombre
blanco, dijo, “yo creo que la serpiente tiene todo el derecho de hacerlo”. La
serpiente trató de morderlo de inmediato pero el hombre blanco dijo nuevamente, “¡espera
un poco, podríamos oír una tercera opinión!”. Vino un chacal y el hombre blanco
le preguntó, “¿es correcto que la serpiente a quien ayudé, quiera morderme
después de haber levantado la piedra que la aplastaba? El chacal replicó, “yo
no creo que una sencilla piedra pueda atrapar a una serpiente a menos que lo
vea con mis propios ojos. Vamos al lugar donde ocurrió para ver si es verdad”.
Cuando llegaron al lugar donde ocurrió
el chacal dijo, “serpiente échate y permite que te cubra la piedra”. La
serpiente lo hizo y el hombre blanco puso la piedra encima de ella. Por más
empeño que puso la serpiente no pudo levantarse. El hombre blanco trató de
liberarla nuevamente cuando el chacal se interpuso y dijo, “no levantes la
piedra. Como ella trató de morderte que ella misma trate de salvarse”. Dice la
leyenda que ellos se fueron y dejaron a la serpiente debajo de la piedra.
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